El exministro Julio César Aráoz, estrecho colaborador de Carlos Menem, reconstuye el momento en que el presidente riojano dejó fuera de la cárcel a Videla, Massera y Firmenich.

-Antes de que te opongas, y tenés toda la libertad para decirlo públicamente, yo voy a anunciar ahora en la conferencia de prensa el indulto a las juntas de comandantes militares y a Mario Firmenich, y vos esperame  en la cocina. Es mi responsabilidad.

Firme en su decisión, el presidente Carlos Menem sorprendió en la reunión de gabinete, pocos días después de la Navidad de 1990, y se dirigió especialmente a Julio César Aráoz, uno de sus funcionarios de mayor confianza que había llevado la voz cantante entre los ministros que ponían en duda la oportunidad para otorgar el perdón a los militares. A su vez, José Luis Manzano, jefe del bloque de diputados peronistas,  reclamaba que el proyecto pasara por el Congreso. 

-No, es un indulto, no una amnistía. Es potestad del Presidente. 

Muchos en el gabinete miraban para otro lado. Otros mantenían silencio, pero estaban a favor. Aráoz insistió: “Va a ser un impacto social muy fuerte. Deberíamos pasarlo para más adelante y tener un debate  interno”. Y la respuesta fue: “No, el Presidente no debate. Escucha”.
Pasaron casi 32 años y, en una entrevista con LA NACION, Aráoz reveló que Menem se escondía en la cocina de Olivos o en su habitación personal cuando quería decir algunas cosas importantes. “Elegía la cocina porque le preparaban un caracú, que él no podía comer, y, a escondidas de su médico, lo saboreaba con pan y aceite de oliva”, contó.
-Para mí es difícil aceptarlo –insistió Aráoz, que acompañó a Menem en la Presidencia  desde sus inicios, primero como secretario de Energía y luego como interventor federal en Tucumán y ministro de Salud y Acción Social, entre otras funciones que le encomendó su amigo el Presidente, a quien no tuteaba en las reuniones.
En la cocina, Menem le entregó el libro “El largo camino hacia la libertad”, de Nelson Mandela, y le propuso seguir la conversación más adelante, cuando avanzara en la lectura. Una frase del líder sudafricano le quedó grabada a Aráoz: “Cuando salí en libertad tiré el odio, la bronca, la venganza en la celda y tiré la llave para no volver nunca más”.

-¿A Firmenich y a los líderes guerrilleros también los vas a indultar? No lo van a aceptar.

-Traéme uno que se oponga. Después hablamos.

Fuera de Olivos ya corría la noticia del decreto 2741/90, por el cual el Presidente indultaba a  los ex comandantes Jorge Rafael Videla, Emilio Eduardo Massera, Orlando Ramón Agosti,  Roberto Viola y Armando Lambruschini, que habían sido condenados en el Juicio a las Juntas,  durante el gobierno de Raúl Alfonsín. El mismo día Menem firmó el decreto 2742/90, que  dispuso el indulto a Mario Eduardo Firmenich, líder de los Montoneros, que había sido apresado en Brasil y condenado a 30 años de prisión.

Ya en octubre de 1989, el presidente riojano había dictado el perdón de 220 militares que no habían sido beneficiados con las leyes de punto final y de obediencia debida, a unos 70 a líderes y miembros de grupos guerrilleros y a los militares que habían participado en los levantamientos carapintadas de Semana Santa, Monte Caseros y Villa Martelli. Un mes antes,  Menem había repatriado los restos de Juan Manuel de Rosas, como un gesto en favor de la reconciliación nacional.

-Se dijo más de una vez que hubo dinero de la guerrilla y de Khadafy en la campaña electoral y que el indulto era una devolución de gentilezas.

- Yo fui jefe de campaña y le aseguro que no fue así. No había plata ni para hacer afiches. Además, no lo necesitábamos. Alfonsín, con las dificultades de su gestión, había hecho crecer a

Menem.

 

Debates, Primatesta y Alfonsín

 

El “Chiche” Aráoz, como se lo conocía en las crónicas periodísticas, y el diputado Manzano, luego ministro del Interior, no fueron los únicos oficialistas que plantearon observaciones en aquella reunión de gabinete de diciembre de 1990.

“Deberíamos debatirlo con los partidos políticos”, intercedió el senador Eduardo Menem, hermano del Presidente. “Ya está debatido”, le respondió su jefe.

Los detalles de ese “debate político” los conoció Aráoz en la cocina. Menem le preguntó:

-¿Por qué te oponés tanto?

-Estoy con la política del perdón, pero el tema está muy difícil en la sociedad, hay que debatirlo, no es fácil.

-Yo ya lo debatí. Estuve con el cardenal Raúl Primatesta [arzobispo de Córdoba y expresidente del Episcopado]. Me dijo que más que indulto lo llamara reconciliación, pero que traía la voz de todos los obispos argentinos.

-¿Y [el cardenal Antonio] Quarracino

también?

-Sí, todos.

-¿Y hablaste con Raúl Alfonsín?

-Yo hablé esto con Alfonsín. Cuando vine a verlo a Olivos por la entrega anticipada del poder,  me dijo que las leyes de punto final y de obediencia debida no bastaban. Me propuso hacer algo más y hacerlo juntos. Pero le dije que si yo iba a ser el Presidente días después, corría con la responsabilidad histórica.

“Menem nunca reveló nada de los secretos de Estado. Yo hablo porque él me autorizó a hacerlo después de su muerte. Le pregunté al Tata [Juan Bautista] Yofre y me confirmó que el expresidente había hablado el tema con Alfonsín. Además, ese día nos pidió que no saliéramos a favorecer su posición. Que no dijéramos que estaba bien, sino que era responsabilidad del Presidente”, señaló.

 

La comisión investigadora

Las dudas de Aráoz acerca del indulto partían de su historia política personal, ya que había sido detenido por los militares y llevado a la prisión de Trelew, después de producida la fuga de agosto de 1972, cuando ya era conducido por el entonces coronel Leopoldo Fortunato Galtieri. “Eran momentos de terror. Cuando Galtieri tomaba de más, se divertía disparando hacia las celdas”, es uno de sus recuerdos. Varios prisioneros gestionaron la posibilidad de casarse allí con sus novias, como un modo de retomar contacto con el exterior, y Galtieri puso como condición ser el padrino de bodas. No se casó nadie.

 

Recuperada la democracia, Aráoz siguió en el peronismo y fue elegido diputado nacional por Córdoba. Fue vicepresidente de la comisión especial investigadora de la empresa Ítalo, que se formó en el Congreso para analizar denuncias sobre el proceso de compra de la empresa de electricidad por parte del Estado durante el régimen militar, que despertaba sospechas de negociados y corrupción. Presidía la comisión el diputado radical Guillermo Tello Rosas y las sesiones eran reservadas.

 

“Llevamos al Congreso a la junta de comandantes durante cuatro meses. La situación en el país no era fácil. Fueron Videla, Massera y Agosti. No les permitimos que usaran uniforme y no le dejamos fumar a Videla, que se ponía muy nervioso al declarar”, recordó el exministro menemista, que entonces tenía 37 años.

 

“Agosti nunca sabía nada, sobrevolaba en el aire como buen aviador. Y Massera jugaba con nosotros. Nos desafiaba y pedía que paráramos de grabar y que los taquígrafos no anotaran nada. Y cada tanto decía: Ese diputado que acaba de pasar iba al cuartel a pedir un golpe de Estado”, reveló el exfuncionario y abogado. En un episodio resonante la comisión denunció y logró la detención de José Alfredo Martínez de Hoz, en un contexto difícil para el gobierno de Alfonsín. “Mientras unos mataban otros robaban. Eran todos socios”, graficó.

 

Misión política en Tucumán

“El presidente Menem nos decía que necesitaba pacificar, dar un shock económico y ordenar la Argentina. Después, nosotros teníamos libertad para oponernos. Y me anticipó que me preparara porque iba a intervenir la provincia de Tucumán. Le preocupaba el avance del general Antonio Domingo Bussi, en medio del descalabro del gobierno del peronista José Domato, y me pidió que fuera como interventor”, reveló.

 

“Al margen de la mala gestión de Domato, me transmitió su fuerte preocupación porque en Tucumán estaba ganando Bussi, una figura del Proceso Militare que se escondía tras los cortinados de la democracia”. No olvida las contundentes palabras del Presidente: “Nuestros compañeros no gobiernan, se llevan la plata. Tenés que ir como interventor”.

 

Aráoz llegó a la provincia con su familia, en medio de revueltas frente a la Gobernación, y a los 15 días se vio obligado a intervenír el Poder Legislativo y el Poder Judicial. “Cuando juré, el exgobernador Domato me saludó y le tuve que decir que quedaba detenido. Había un clima de Violencia, con la policía sublevada y el Malevo Mario Ferreyra dando vueltas”, señaló, al describir el escenario de caos que se vivía.

 

Más allá de la misión de poner orden en una provincia devastada, luego de dos gobiernos peronistas en democracia, Menem le dio una indicación: “Tenés que ganarle a Bussi”, que había sido gobernador en el período militar y ahora en democracia se imponía en las encuestas ante un peronismo muy desgastado y con visos de mucha corrupción. “Tuve que cambiar 32 jueces y pude ordenar las cuentas”, lo que contribuyó al posterior triunfo de Ramón “Palito” Ortega.

 

La sanción a Seineldín

Semanas antes de los indultos a Videla, Massera y Firmenich, en los primeros días de diciembre, se había producido la sublevación del coronel Mohamed Alí Seineldín, que dejó muertos y llevó al Presidente a mostrar la decisión de reprimirlo “a sangre y fuego”.

Aráoz confirmó que Menem llegó, incluso, a “ordenar la demolición, si fuera necesario, del edificio Libertador”, sede del Ejército, donde había oficiales que participaban de la rebelión. “Había amigos de Seineldín que tenían buenos oficios, con alguna llegada a Menem. Pero cuando el Presidente tomaba determinaciones, no había amigos ni enemigos. Y fue muy duro”, recordó su exministro.

 

El líder carapintada, que finalmente se rindió, quedó fuera de los indultos del presidente riojano. Trece años después, el mandatario Eduardo Duhalde dictó un decreto de perdón al líder carapintada, el 20 de mayo de 2003, cinco días antes de entregarle el mando presidencial a Néstor Kirchner.

 

Julio César Aráoz, ayer y hoy

Diputado nacional por Córdoba, donde nació el 7 de agosto de 1948, Julio César Aráoz fue ministro y hombre de confianza de Carlos Menem. Se graduó de abogado en la Universidad Católica de Córdoba, perteneciente a los jesuitas, y militó en desde joven en el peronismo.  Elegido diputado nacional en 1983, fue vicepresidente de la comisión investigadora Italo, y acompañó a Carlos Menem en la campaña a la presidencia.

Fue sucesivamente secretario de Energía, interventor federal en Tucumán, ministro de Salud y Acción Social, convencional constituyente en 1994 y secretario de Estado de Lucha contra el Narcotráfico.

Fue también presidente del Consejo Permanente de la OEA y, a partir de su gestión en el área de Energía, es miembro del Consejo Nacional de Políticas Energéticas.