El año 2013 finalizó tristemente en el sector energético, con la misma política de parches que el kirchnerismo viene aplicando en materia de transporte, salud, educación e inflación, entre otras áreas: cortoplacismo irresponsable y un capitalismo de amigos completamente corrupto.

Lamentablemente, el período 2003-2013 representa una década perdida en materia energética para la Argentina. Así lo afirmaron en forma unánime los exsecretarios que estuvieron a cargo de la cartera de Energía en nuestro país desde 1983 –Emilio Apud, Julio César Aráoz, Enrique Devoto, Roberto Echarte, Alieto Guadagni, Jorge Lapeña, Daniel Montamat y Raúl Olocco–, en el documento “La energía en 2003-2013: 10 años perdidos”, de mayo último.

Esto ocurre por varias razones. Las más preocupantes son la pérdida del autoabastecimiento energético (que nuestro país exhibía desde hacía dos décadas), la falta de una política capaz de revertir esta inédita situación en toda la historia argentina, la negación del problema estructural y la falta de instrumentación de un Plan Energético Estratégico.

 

Nada es casualidad

Lo habíamos advertido, pero el Gobierno priorizó el mantenimiento de la corrupción estructural de un sistema de subsidios discrecional, para el negocio de empresarios y funcionarios amigos. Su decisión llevó al estancamiento y la disminución de la inversión privada y a la falta de financiamiento del sistema energético que dejó como rehenes a millones de argentinos.

El Gobierno también nos acostumbró en esta década a grandes inversiones directas poco transparentes, para construir obras anunciadas e inauguradas más de una vez como estrategia electoral. Hizo anuncios grandilocuentes que sólo quedaron en palabras. Por ejemplo la construcción del Gasoducto Bolivariano entre Venezuela y la Argentina (2005); el Gasoducto del Noreste Argentino (Gnea) que uniría los yacimientos bolivianos con Buenos Aires, atravesando las provincias de Formosa, Chaco y Santa Fe (2004); la instalación de una gran refinería en Comodoro Rivadavia (2006), grandes centrales hidroeléctricas en Neuquén y Santa Cruz.

Paralelamente, vació los entes reguladores, convertidos en meros instrumentos del Gobierno.

Negación y silencio

La falta de una política pública adecuada y la negación del problema hace completamente insostenible el funcionamiento económico y social del país. El propio Gobierno se jactó de que el país viene creciendo a un ritmo del ocho por ciento anual. Si no se garantiza la inversión en recursos estratégicos, ese crecimiento es inviable en el largo plazo.

No es la primera vez que el kirchnerismo disfraza la realidad. La negación fue la respuesta que se le dio al documento con una propuesta estratégica para el sector que los exsecretarios de Energía de distintas administraciones le hicieran llegar a la presidenta de la Nación en marzo de 2009.

Hubo silencio también ante la insistencia unánime de los exsecretarios en una presentación que hicieran el 22 de diciembre de 2011, en la que expresaban su preocupación por la situación del sector y se ponían a disposición para trabajar en una política de Estado en la materia.

A la negligencia de este Estado ausente hay que sumar un modelo de gestión impune, heredado del menemismo y mantenido por el kirchnerismo, que les da la espalda a los sectores más vulnerables de la población.

Este es el costo de la corrupción: falta de planificación y de control gubernamental sobre las empresas, ausencia de inversiones, mal uso de los fondos públicos y deficiencias estructurales del Estado.

La mentira tiene su precio

El Gobierno tiene la responsabilidad política de este colapso energético, resultado del maquillaje y la mezquindad cortoplacista. Esta mezquindad, envuelta en grandes redes de corrupción, también nos llevó a la tragedias de Once y a las terribles inundaciones sufridas en la ciudad y la provincia de Buenos Aires hace pocos meses.

Cada vez que el “modelo” estuvo en jaque, el Gobierno no sólo miró para otro lado, sino que inventó nuevos enemigos a quienes culpar de los problemas estructurales que el mismo oficialismo había creado. Pero ya no pueden buscar terceros a quienes condenar.

La Presidenta debe asumir la realidad y hacerse cargo de sus errores. El “relato” se resquebrajó. Es hora de dejar de buscar culpables afuera porque ya no engañan a nadie.

El gran desafío que los argentinos tenemos por delante es revertir el daño causado en todos estos años de mentira, de negación de la realidad y de ausencia del Estado en la definición de una política energética estratégica.

Se necesita una reforma estructural que vaya de la mano no sólo de una fuerte función de auditoría por parte del Estado, sino también de la confección de planes estratégicos de largo plazo que incluyan la recuperación productiva pero también el cambio de nuestra matriz energética. El progreso nacional depende del establecimiento de un sistema energético autosuficiente, eficiente y confiable.

Para esto se necesitan políticas de Estado y se precisan grandes consensos que trasciendan a un gobierno y que perduren en el tiempo. Lamentablemente, el kirchnerismo ya dio suficientes muestras de no estar a la altura de las circunstancias. Desde la UCR estamos dispuestos y preparados a asumir este gran desafío.


Fuenta: http://www.lavoz.com.ar/opinion/cronica-de-un-final-anunciado